Prometí que si aprobaba el examen del día dos contaría la anécdota de Paqui, y aunque no ha sido así, voy a hacerlo.
Corría el verano del 2003, yo estaba haciendo las prácticas en una radio local (no, no siempre he estudiado derecho). Una mañana, al sentarme en mi sitio, noté cierto dolorcillo en el culete, concretamente en el orificio de salida (o entrada). Como justo ese día estrenaba tanga, pensé que el problema era que me venía pequeño y me estaba haciendo daño con la tira.
Al salir de las prácticas me fui al apartamento que tiene P en la playa a pasar el fin de semana con él. En cuanto llegué le enseñé mi pequeño problemilla, y aunque P aún no era enfermero, enseguida reconoció el problema:
- ¡Nena, tienes una almorrana!
Y la bautizamos como, la Paqui.
Me puse una crema, pero cuando llegó el domingo Paqui me seguía molestando mucho, y antes de volver a casa pasé por el hospital. Para la exploración me tuve que poner en posición fetal, pero yo no soy pudorosa, los médicos son médicos. Lo chungo del caso es que me la tenían que rajar para sacarme el coágulo. Yo pensaba que con una cremita estas cosas se curaban pero no, en mi caso no. Y lo peor no era la rajita si no la anestesia, porque le tengo pánico a las agujas, así que el hecho de que me pincharan, y encima en el culo, pues no me hacía gracia. Pero en fin, aguanté. Todo fue muy rápido, pinchazo, bisturí, rajita en la almorrana, y para casa. El médico me dijo que pasado unos días fuera al médico de cabecera para ver que había evolucionado bien.
Así que pasados esos días, fui al ambulatorio. Mi médico de toda la vida es un señor encantador, y tengo mucha confianza con él. Pero cuando estaba en la sala de espera, el que me llamó a consulta no fue mi médico de cabecera: fue un chico joven, altísimo, guapísimo, un tío buenorro. Me impactó, era mmuy guapo, y la primera imagen que se me pasó por a cabeza era la de nuestros cuerpos desnudos fornicando encima de la camilla. Y la segunda fue lo que realmente iba a suceder: me tendría que tumbar con el culo en pompa y enseñarle a Paqui. Así que cuando entré y me preguntó qué me pasaba empecé a toser.
- (tos)(tos), no sé doctor, hace unos días (tos) que me duele aquí.
Mientras me acariciaba los pechos.
Nooooooooooooooooooooo, no fue así. Eso es lo que pensaba hacer, pero al final le dije la verdad.
- Vale, pues túmbate en la camilla en posición fetal.
Mientras me desvestía pensaba en Paqui, y en lo poco sexy que tenía que resultar verla, con la de partes del cuerpo que le podría enseñar al médico…
Evidentemente, yo estaba de espaldas a él, pero escuchaba sus pasos hacia mi. De repente noté como sus dedos separaban mis nalgas, y…noté el tacto de su piel….¡en los labios mayores de mi vagina!…¿Perdón? Creo que Paqui está más para arriba…La cosa duró apenas unos segundos. Enseguida se fue para su sitio, diciéndome que todo estaba bien.
No sé si es verdad que noté lo que noté, o fue producto de mi imaginación, pero el caso es que me puse muy cachonda. Después de vestirme, y ya más relajada, estuve un rato hablando con él sobre las almorranas, me contó que no tienen un origen claro, que pueden salir por la alimentación, por cambios de peso…
En fin, jamás he vuelto a tener noticias de Paqui, ni del médico buenorro. Las pocas veces que voy al ambulatorio, espero que sea él el que me atienda, pero no, mis labios vag…ais…mis ojos y los suyos jamás volverán a encontrarse.