Pelillos a la mar

Esta entrada no tiene nada que ver con el significado de la expresión. No. Tiene que ver con el bello, mejor dicho con pelo, y en mi caso, con matojos de pelo.

Veréis, no recuerdo la última vez que mi cuerpo estaba recubierto por taaanto bello, y además tan largo (si es que hubo alguna vez). Y es que hace meses que no me depilo de cintura para abajo. Sólo me depilo las cejas, el bigote y las axilas, y estas últimas por el sudor, que si no, ni eso.

Y es que cuando tienes pareja, intentas estar siempre depiladita, aunque es cierto que, como la confianza da asco, cada vez le das menos importancia. Por lo menos en mi caso, al principio de estar con X siempre parecía un huevo duro, y a medida que pasaba el tiempo, de vez en cuando me llegaba a ver sin estar recién depilada. Pero, vaya, más o menos, siempre había un mínimo de preocupación.

Ahora, como no tengo pareja, no voy a las piscina ni al gimnasio, no me pongo falda, y además por una cuestión ginecológica, que alomejor cuento algún día, no podré tener relaciones sexuales hasta el próximo 2 de abril (cuento los días en el calendario), pues no me da la gana de depilarme. Porque, admitámoslo, la depilación es un suplicio. Cierto es que después de la sesión de tortura te sientes la mar de limpita, pero qué queréis que os diga, si no tengo público, no me apetece pasar por ese mal trago.

Así que sí, desde mi última revisión ginecológica el noviembre pasado, no me he depilado. Y no pienso hacerlo hasta el 1 de abril, una día antes de mi renacer sexual en compañía.

La cuestión es que yo pensaba que el vello en algún momento dejaba de crecer, ¡pero es que hay zonas de mi cuerpo que podría trenzar!¿Hasta cuando deja de de crecer el bello?¿Es como el pelo de la cabeza?

En fin, el 1 de abril, os podré dar respuestas.