Vida nueva

Hoy es mi último día de trabajo. Mi empresa ha cerrado el edificio donde trabajo (trabajaba) y nos han despedido a todos. Cuando lo supe hace unos días me pareció genial. Y es que me van a quedar dos años de paro y me indemnizan con los 45 días. Así que durante dos años y lo que me dure el finiquito me podré dedicar solamente a estudiar, algo que no hago desde que tengo 16 años.

Hace mucho que deseaba profundamente hacerlo, poder dedicarme sólo a estudiar, y ahora por fin podré. Así que para mi el despido era una alegría. Yo no hubiera dejado el trabajo, pero ya que me echan, pues hay que ver el lado bueno: podré hacer las cosas que nunca he tenido tiempo de hacer como aprender a bailar o volver a hacer deporte, y sobretodo, acabaré antes la carrera. Así que sí, es cojonudo. Durante dos años me mantendrá papá Estado.

Por todo esto y porque en mi empresa ya queda poca gente a la que aprecie (hace ya un par de años que empezaron a despedir a un montón de gente), pensaba que hoy sería un día alegre, pero no. Me da pena, me da miedo. Llevo en esta empresa 6 años, y aunque siempre he pensado que sólo estaba aquí por mi maravilloso horario de 8 a 15 que me permitía ir a clase, y siempre he sabido que les mandaría al carajo en cuanto pudiera, ahora que ha llegado el día de dejar este mundo atrás, me da pena. Esta empresa es parte de mi, aunque sólo era un curro temporal, era una parte importantísima de mi día a día, una relación de amor odio: te adoro porque me pagas por currar de 8 15 pero cómo me tocas los cojones. A partir de ahora ya no me los tocarás más.

Bueno ya está. Cierro etapa. Fin. A otra cosa mariposa.